Cultura
Poesia
Sabaneta
Sahú Castrillon
GUARICHA, ALMA MIGRANTE
Hoy, 18 de diciembre, Día Internacional del Migrante, mi homenaje a una gran mujer que ha dedicado su quehacer al tema de la migración, a Elizabeth Zamora
La mitología habla de las mujeres guarichas, aquellas que poseen la fuerza femenina de la liberación, mujeres guerreras que fueron discriminadas por su tenacidad en seguir a sus propias parentelas y defenderlas en las batallas.
En el oriente de la Tierra de Gracia, con el transcurrir del tiempo, las jóvenes indígenas dejaron legados a muchas aves perfumadas de luceros para que con sus sonrisas acariciaran el viento y besaran las ciudades; a Caracas, llegó una joven guaricha que, con un medio de centavo, en tres minutos, podía contar todas las historias a través del hilo telefónico. Elizabeth, es una alma migratoria que da y recibe la existencia de la realidad, ella es un encanto que repentinamente hace un coro de espejos e ilusiones.
Sus llaves abren los largos bulevares para recuperar la música posible y el don de la virtud para celebrar la pequeña soledad que le invade el día de su cumpleaños. En sus sueños, borra las lágrimas de la nostalgia y regresa a la tierra de las hadas, a los duendes de sus cristales, a las piedras aguamarinas y a la hermosa tesitura de su voz.
Cómo Aracne, recibe la bondad de Atenea para seguir tejiendo la varita mágica de sus fantasías en la que mira el inusitado resplandor de la aurora. Su transitar por las fronteras, hizo que su viaje continuara hacia los mármoles discretos, mientras que yo, en mi deambular, no fui ajeno a su presencia y entre los muros de las academias, esperaba su mirada para regresar al acto de coronar de mariposas sus destinos. La tierra de nadie era un poema que crecía entre los árboles para ver su andar, sus giros y revuelos.
Este migrar mutuo e independiente no ha cesado, y desde los propios umbrales, la cercanía se refleja en las vitrinas de las aguas y las tareas que coinciden con el firmamento. Alma migrante, donde quiera que estés, deja que yo vuelva a soñar el ondular de tus cabellos que conducen a la disuelta noche y celebrar el triunfo desparramado de tu corazón y verte allí sentada en esa grama, debajo del reloj universitario y consentir tu malcriadez femenina a través de tus ojos en el limite del llanto, en el que, cómo ave migratoria, regreses para mirar el cielo y estar de acuerdo en que la belleza de tu alma es un dintel para desembarcar el mundo.
Joven guaricha, que tus piedras y tus sueños sean un motivo para el retorno.
— Sahú Castrillón
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